Evidentemente, los cambios biológicos asociados con la menopausia son universales y es una etapa en la que se presentan ciertos síntomas. Sin embargo, todos ellos tienen una importancia relativa, aunque sí que es cierto que existen variaciones notables en la experiencia subjetiva entre las mujeres.
Durante la menstruación, la concentración de estrógenos y progesterona baja considerablemente. Esta bajada de niveles hormonales produce que el ambiente que rodea a las células vaginales y de la uretra se vuelva desfavorable, lo que hace que el sistema defensivo de estas zonas sea más vulnerable y por tanto, aumenta la probabilidad de infecciones.
La infección del tracto urinario es muy común, sobre todo, en mujeres. Hay que tener en cuenta que casi la mitad de las mujeres adultas van a sufrir por lo menos un episodio de cistitis a lo largo de su vida.
La inflamación de vejiga consecuencia de una infección suele ser más frecuente en mujeres que en hombres. La anatomía particular de la mujer puede suponer un factor de riesgo para que su vejiga se inflame con más frecuencia. Y es que las mujeres tienen una uretra más corta. Ese es uno de los motivos fundamentales por los que la mujer puede tener más posibilidades de sufrir este problema.
Una de las causas más comunes del aumento de la frecuencia urinaria es la presencia de una infección urinaria. Es la causa más frecuente en mujeres y niños. Habitualmente suelen estar presentes otros síntomas acompañantes.
La anatomía femenina nos predispone a padecer cistitis pero también nos brinda un factor de protección: la microbiota vaginal.
Las vías urinarias pueden sufrir la colonización de bacterias patógenas que producen infección e inflamación del tramo afectado.
