En los últimos años, conceptos como flora intestinal, microbiota o salud digestiva se han colado en nuestras conversaciones y en titulares de salud. Y no es para menos: cada vez hay más evidencia científica que demuestra que nuestro bienestar empieza en el intestino. Pero ¿qué pasa cuando algo no va bien? Aquí entra en juego un término clave: disbiosis intestinal.
La microbiota: tus aliadas microscópicas
La microbiota intestinal (conocida popularmente como flora intestinal) está compuesta por billones de microorganismos: bacterias, virus, hongos y otros. No están ahí por casualidad. Cumplen funciones vitales:
- Ayudan a digerir ciertos alimentos.
- Producen vitaminas como la B12 o la K.
- Mantienen a raya a bacterias perjudiciales.
- Refuerzan nuestro sistema inmune.
De hecho, el 70-80% del sistema inmunitario se encuentra en el intestino. Por eso, cuidar tu microbiota es cuidar tus defensas, tu energía, tu piel e incluso tu estado de ánimo. Además, existen evidencias que apuntan a su papel clave en enfermedades autoinmunes y crónicas inflamatorias como el síndrome de intestino irritable o incluso la artritis.

Microbiota y edad: un ecosistema cambiante
La microbiota no es la misma a lo largo de la vida. En los primeros meses, el tipo de parto, la lactancia y el entorno moldean una microbiota que se va enriqueciendo en la infancia. En la edad adulta, diversos factores pueden empobrecerla: una mala alimentación, el uso continuado de antibióticos, el estrés crónico, la falta de sueño o el sedentarismo.
Con la edad, también perdemos diversidad microbiana, y eso influye en nuestra capacidad digestiva e inmunitaria. Pero, ojo, esto no significa que no se pueda hacer nada: de hecho, cuanto antes empecemos a cuidarla, mejor. El cuidado constante de la microbiota puede marcar una diferencia en la calidad de vida a largo plazo, reduciendo el riesgo de patologías crónicas.
Disbiosis intestinal: cuando tu microbiota se desequilibra
Hablamos de disbiosis intestinal cuando se rompe el equilibrio de la microbiota: disminuyen las bacterias beneficiosas y proliferan las perjudiciales.
Este desequilibrio de la microbiota no siempre da la cara con síntomas evidentes, pero puede estar detrás de:
- Digestiones pesadas o dolor abdominal.
- Gases, hinchazón o diarreas frecuentes.
- Cambios de humor o ansiedad.
- Problemas de piel como acné o eccema.
- Bajada de defensas o infecciones recurrentes.
- Fatiga crónica o dificultad para concentrarse.
En definitiva, una mala salud intestinal puede afectar a TODO tu organismo. Y lo más preocupante es que muchas personas normalizan estos síntomas y no los relacionan con su salud digestiva.
Jóvenes, estrés y molestias intestinales: el eje intestino-cerebro
Quizá te sorprenda saber que muchos jóvenes, que en teoría deberían tener una microbiota robusta, sufren problemas digestivos. El culpable en muchos casos es el estrés crónico.
El intestino y el cerebro están conectados por el llamado eje intestino-cerebro. Cuando estamos estresados, nuestro intestino lo siente: se altera la movilidad intestinal, cambia la composición de la microbiota y aparecen molestias. Y lo contrario también ocurre: una microbiota alterada puede influir en nuestro estado de ánimo y aumentar la ansiedad. Es un círculo vicioso.
Además, las rutinas cada vez más aceleradas, la alimentación desordenada y la falta de descanso hacen que la población joven sea especialmente vulnerable. No se trata solo de cuidar lo que comemos, sino de cómo vivimos.

Cómo prevenir la disbiosis intestinal
La buena noticia es que hay mucho que puedes hacer para mantener tu microbiota feliz:
- Aliméntate con variedad y fibra: frutas, verduras, legumbres, cereales integrales…
- Evita el exceso de azúcares, procesados y alcohol.
- Muévete cada día: el ejercicio mejora la salud intestinal.
- Duerme bien y gestiona el estrés: el descanso y la relajación ayudan a equilibrar el eje intestino-cerebro.
- Apoya tu microbiota con probióticos específicos.
- Incluye alimentos fermentados: como el yogur, el chucrut o el kimchi, que son ricos en bacterias beneficiosas.
Adoptar estos hábitos no solo mejora la digestión, sino que tiene un impacto positivo en el estado de ánimo, la energía diaria y la prevención de enfermedades.
Probióticos: tus refuerzos intestinales
A veces, la dieta y los hábitos saludables no son suficientes para restaurar una microbiota alterada. Es aquí donde entran en juego los complementos alimenticios con probióticos específicos.
Uno de los más prometedores es la cepa Bifidobacterium longum CECT7347, que ha demostrado su eficacia en la reducción de la inflamación asociada a la disbiosis. Al reequilibrar la microbiota, mejora la salud digestiva y refuerza la barrera intestinal, reduciendo la permeabilidad que muchas veces está en el origen de problemas más serios.
Eso sí: elige siempre probióticos de calidad, con respaldo científico y recomendados por profesionales.
Tu intestino no es solo un tubo que digiere alimentos. Es un ecosistema complejo, vital y conectado con todo tu organismo. Cuidar de él no es una moda, es una necesidad. Prestar atención a la disbiosis intestinal puede marcar un antes y un después en tu salud.
Porque cuando tu intestino está feliz… tu cuerpo lo celebra.
BIBLIOGRAFIA
https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0210570521000583












